Había tantos paraísos
Ninguno era mío
Solo los ojos de mis perros
Que me miraban con la única ternura.
Eso era vivir,
Sabiendo que siempre
El otro está del otro lado
De las mil cerraduras
Y que nunca en mis manos
Habrá ni un pedazo de alambre
Para abrir la última puerta.
Tendré que conformarme con los ojos de mis perros
Y con el patio de mi casa
Lleno de barro.